13 de junio de 2015

Realidad

Siento la sangre circulando por mis venas y el frío cosquilleo que esta me produce. Disfruto el fresco y también un ruido de allá a lo lejos. Desde que volví me siento nuevo, como nunca antes, aunque de ello no soy consciente. Corro y me encanta lo liviano de mis piernas. Pájaros y serpientes conviven en mí. El paisaje me es perfecto y me demuestra ser infinito.
Recorriendo la escalera que no tiene final descubro que el Amor no es sino un reflejo que no logro alcanzar, y que sin embargo un segundo después quedó atrás mío y volteo a mirarlo. Se burla de mí. Siente luego pena y me abraza.  Construimos un edificio juntos, y en este penetra nuestro amor, que continúa construyendo pisos con escaleras para subir, pero que no permiten bajar. Siento vértigo y no es sino porque ahora caigo libremente. Recuerdo con recelo las escaleras y me desvanezco. Las hormigas en mi nuca comienzan a masticar, la oscuridad eterna amaga, y un impulso dispara mis piernas.
Estoy en el otro plano. Me es familiar y lejano al mismo tiempo. Estoy en mi cama, sudado y sediento. Mi cabeza parece lista para reventar y pesa unos mil kilos. El fondo de mis ojos está resentido y puja con fuerza hacia lo peor de mi sistema nervioso, que sigue confundido por el sueño.
Me levanto y, en el afán de tomar el vaso con agua, lo tiro al piso, con el cual se empuja celosamente estallando en ínfimas partes de lo que ahora ya no es. Me pregunto por un segundo si debo juntarlo pero caigo en la cuenta de que eso es indiferente. Agarro la botella y la vacío en mi boca, volcándose parte del agua en mi cara y mi pecho desnudo.
Ya no aguanto, ya extraño, ya quiero volver. Me apuro en terminar de saciar mi fisiología y busco el cuaderno. Leo. Recuerdo las instrucciones. No pienso caer en lo que los ilusos llaman vida. Las yemas de mis dedos están rojas y es que ya no están acostumbradas a tocar, por lo menos a tocar así.
Veo ya mi cama a escasos metros, y me empecino en una caminata enfermiza, casi saltando hacia la luz. Caigo por fin y me motivo. Recuerdo que nada de esto importa, aunque me es evidente que forma parte íntegra de la existencia que sin embargo rechazo. Cierro los ojos y en cuestión de años ya estoy llegando a la cima del edificio, que amaga derrumbarse logrando desviarme, como todas las mañanas, de mi realidad.
München, Deutschland.