30 de abril de 2015

Gota salada

   Cae una gota salada resbalando por la mejilla (como caen las gotas de un hielo olvidado en ese rincón donde casualmente pega el sol) uniéndose con el charco; es decir, el otro charco (no el salado), el que reluce un rojo que da la impresión de lo que estuvo vivo. Está sobre la mesa y mira como con pena, o al menos parece que mira.
   Por qué? Por qué esa escena? Un fotograma que refleja la profundidad de un ser, la oscuridad en sus ojos, lo que era hasta ese momento, aparentemente onírico por cierto; su soledad.
   Una hoja, afilada hace acaso no mucho, da una imagen casi como la que el espejo regala, casi tan nítida. Pero esta hoja, a diferencia del espejo, sí lo presenció, sí lo sintió; esta hoja sí fue el portal de un sentimiento tan penoso como el de acariciarla hasta que sus venas lloren. Ella; su corazón sigue esplendiendo un negro brillante (sigue pero no seguirá). Segundo tras segundo, gota tras gota, el fotograma se mantiene en equilibrio, reflejando esa ráfaga de energía, esa ira, el enojo con ellos.
   Ellos son todos. Son el todo de gente que el Sistema fabricó. Ese todo que fue diseñado en cada célula para odiar, para imitar a una gran cajita de música asesina, que se muestra tierna y se siente terrible, que anima y que destroza, que atrae y que hiere con un cáncer que se oculta en una melodía, y entra por los oídos llegando a cubrir el corazón con una angustia terminal cuando menos se lo espera. Eso es lo peor, se la espera; se confía e incluso hace creer que tiene la capacidad de querer.
   Una gota final cae, y esta es la que da inicio a una nueva búsqueda, una de un lugar en donde depositar esa alma, que aún sigue mereciendo la oportunidad de encontrar un lugar en donde ya no caigan gotas saladas.

Casa abandonada, Wismar, Deutschland