10 de mayo de 2015

Último descanso

El cuarto sigue oscuro y la ventana no refleja más que al infinito cielo que imita a mi cuarto. Ni todas las estrellas ni la luna existen. El silencio es ensordecedor y no me acompaña nadie.
Salgo a la calle y todo me mira, aunque en realidad siento que no hay nada. Veo una luz y una esperanza nace en mi pecho frío. Allá a lo lejos, como algo que me busca, que al fin viene por mí. Sí, tal vez sea.
El transcurso se hace interminable y anhelo tocar la luz, jugar con ella, abrazarla; no dejarla ir a ella también. Los recuerdos bailan a mi alrededor y no logro comprender si mi inconsciente se burla de mí o realmente estoy viajando.
Por fín está a metros de mí, y me detengo en ese fotograma: el auto negro y ambos faroles desbordando de luz mis pupilas, grandes como la luna que alguna vez existió, y lóbregas como todo. Entiendo; asiento; esbozo media sonrisa. Me vinieron a buscar.

Abro los ojos, y todo está oscuro. Comprendo. Me levanto y me visto. Salgo a la calle.
Stuttgart, Deutschland